Reflexiones de Otro Lado por Salva F. Romero

Silencio

     ¿Cuántas veces bajo el efecto de la sorpresa, 

se pierde la verdadera sorpresa que esta encierra?

Julio Cortázar

silêncio

El silencio no existe. Es absurdo buscarlo y sin embargo nos empeñamos en encontrarlo. Cuando hablamos de silencio mental nos referimos a una liberación del dominio y la tiranía de los sentidos, cosa muy difícil de conseguir. El yoga, como todo en la vida, es contradictorio, pues busca una liberación por medio de una disciplina.

La vida cotidiana está sometida a un sinfín de estímulos. Vivimos, de hecho, bajo un asedio sensorial, en un continuo tumulto. Ese ruido puede generar ansiedad, desasosiego, por eso es necesario, de cuando en cuando, un descanso, una tregua, tomar distancia, un balance de nuestro día a día. No se trata de una evasión, sino de dar un paso atrás para tomar conciencia de las cosas, para verlas mejor. Teniendo en cuenta también que la huida es el único medio de encontrar nuevos caminos. Lo que buscamos, por un instante, es desconectar de los órganos sensoriales, limpiar los procesos mentales, observando sin reprimir. Es un anhelo de silencio.

Así, perseguimos un método o un estado de interiorización, un intento de encontrar cierta calma y disponibilidad para alcanzar el equilibrio entre las dimensiones exterior (sensorial) y la interior (meditativa), extremos ambos de nuestra cotidianidad. Limitarse a uno de esos ámbitos solamente es renunciar a una parte importante de nuestro ser. Por eso comprendemos que el silencio y el tumulto son una misma cosa, dos caras de la misma moneda. Y es que ese ruido, ese tumulto mental también es presente, es ahora. Yo soy ese ruido y así es como se hace, por sorpresa, el silencio. Comprender que sólo existe el momento presente, sea como sea, es lo que aporta ligereza y claridad mentales.

Por ejemplo, en la práctica de pratyahara, nos dicen, los sentidos son atraídos hacia el interior y el practicante percibe que toda felicidad se halla dentro de uno mismo. Este silencio es la semilla de la que todo lo demás brota.

No se trata de negar el mundo, el mundo siempre estará ahí, pero si conseguimos acercarnos a un, aunque efímero, silenciamiento de los sentidos, si logramos estar total y absolutamente absortos, alcanzaremos un eterno presente. No se trata de estar distraídos, que es nuestro estado habitual, sino, por el contrario, de escapar de toda distracción que nos separe del aquí y del ahora: un concienciamiento constante del presente inmediato, en contraste con la divagación habitual.

Es decir, paradójicamente, al silenciar los órganos de la percepción, logramos una percepción consciente, aceptando que cada instante está iluminado. Quizá lo único que haya que hacer es esperar, quizá la virtud verdadera sea la paciencia, sin esperar nada, dejando que un eterno presente nos sorprenda. Paciencia sin ansia, amor para todo lo que venga, sabiendo que sólo quien no busca encuentra.

En ese silencio, por unos instantes, logramos un gozoso olvido de sí (del cuerpo y de los sentidos), nos olvidamos de nosotros mismos y nos identificamos con nuestro ruido interno. Y es que no existe el silencio: existe el confundirse con el ruido circundante, como el Buda meditando en un cruce de caminos. Como al entonar el So Ham, el mantra silencioso.

Otra vez, se trata de alcanzar una no-mediación (de los sentidos, de la mente), para llegar a una suprema claridad en la contemplación. Que, como nos dice Patañjali, los sentidos no importunen a la mente en su búsqueda interior. De este modo, no hay yo y mundo, sino que mundo y yo se funden en una misma cosa. Y eso a lo que asisto soy yo.

Mediante el control (disciplina) de los sentidos nos liberamos de su tiranía: mediante un yugo nos liberamos de otro yugo. Así liberados, estamos realmente solos, en una soledad sonora y plena. Es así como el silencio reconcilia al hombre con lo que realmente es. Pero de todo esto no se puede hablar: lo mejor es guardar silencio.

Así que me siento. Dirijo mi atención al proceso respiratorio. Estoy sentado firme, recto y estable. Tomo conciencia de mi cuerpo y de su quietud. Mantengo la atención en la respiración a su paso por todo el cuerpo, desde la nariz hasta el vientre. Inspiro y espiro. Y no tengo que esperar nada.

Mindfulness-Atencion-Plena-Presente

            Y únicamente respiro.

            Y estoy solo.

            Y me da el sol o el viento.

            Y oigo un reloj o un pájaro.

            Y es dulce.

            Y es como si los dioses sonrieran.

            Y nada importa.

 

           Salva F. Romero (un paseante pensativo)

Sevilla, enero de 2018

 

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